Consejos de nuestra psicóloga

¡Te Felicito! Claves para una buena retroalimentación

“Muy bien!”, “Eres seco!”, “Qué lindo, te pasaste” son algunas de las expresiones que frecuentemente utilizamos para dar retroalimentación a nuestros niños cuando nos demuestran algún logro o cuando han realizado una tarea con éxito. Esto lo hacemos ya que sabemos que el elogio generan autoconfianza en los niños, promueven una sensación de auto-valía y potencian el aprendizaje. Efectivamente, estudios científicos han demostrado la influencia de la retro alimentación en el aprendizaje de los niños, sin embargo, no todo tipo de retroalimentación es igualmente efectiva o poderosa (Hattie & Timperley, 2007). Por esta razón, cabe cuestionarse, cómo podemos enriquecer las expresiones antes mencionadas para así maximizar los efectos positivos en el aprendizaje de nuestros niños. Este tema, cobra más importancia en el contexto que vivimos, pues teniendo a los niños aprendiendo todo el día en casa, tenemos aún más oportunidades para darles una retroalimentación efectiva.

Retroalimentación descriptiva, específica y oportuna:

Cuando queremos retroalimentar el trabajo de un niño se recomienda ser específicos, descriptivos y promover la reflexión (Hattie & Timperley, 2007). Esto significa, explicarles exactamente lo que se hizo bien en una tarea o qué es lo que necesita mejoría, así como promover la reflexión sobre cómo se llevó o se está llevando a cabo la tarea. Por ejemplo, en vez de decir “Lo hiciste muy bien, me gustó mucho”, una retroalimentación efectiva sería decirle: “Lo hiciste muy bien, creo que te tomaste el tiempo necesario para primero comparar los tamaños de estos cubos y luego ordenarlos, desde el más chico al más grande”. La retroalimentación efectiva también puede entregarse a través de preguntas del tipo “¿Cómo lograste hacer esto?”, “¿Cómo sabes que está bien?” “¿Hay alguna otra forma de hacer esto?”, entre otras. Dentro de lo posible, es importante también intentar retroalimentar al niño justo después de haber hecho algo de acuerdo a lo esperado (Osorio & López, 2014; López, 2010). Esto debido a que, si dejamos pasar mucho tiempo, puede que el niño no relacione la información dada en la retroalimentación con la acción llevada a cabo. Por ejemplo, si tenemos a un niño al cual le cuesta ordenar los juguetes después de jugar, sería bueno elogiar su comportamiento diciéndole en el momento: “te felicito por haber guardado los juguetes justo cuando terminaste de jugar”.

Retroalimentación enfocada en el proceso:

Se recomienda basar la retroalimentación en el proceso que se ha llevado a cabo y no en la persona que lo hace. Esto es, centrarse en la estrategia que se usó para enfrentar el desafío. Se ha visto que los niños que reciben más halago al proceso (Por ejemplo: “Trabajaste duro para seleccionar primero cuáles eran los calcetines rojos y luego recogerlos”) tienden a pensar más adelante que para lograr cosas se necesita esfuerzo y práctica, mientras que los niños que obtienen más halago a la persona (Por ejemplo: “Eres muy inteligente”) pueden pensar el logro como producto de una capacidad fija que se tiene o no se tiene (Zentall & Morris, 2010). La creencia de que las habilidades pueden desarrollarse en el tiempo es llamada “mentalidad de crecimiento” (Dweck & Leggett, 1988) y ésta podría desarrollarse a través de los halagos centrados en el proceso (Gunderson, et al., 2013). Este tipo de mentalidad puede predecir un mejor desempeño académico (Blackwell et al., 2007; Claro, et al., 2016) y una mejor disposición a los desafíos (Kamins & Dweck, 1999, Blackwell, et al., 2007). Por lo tanto, las palabras y foco que usamos para halagar el logro de nuestros niños los haría sintonizar con el proceso de aprendizaje o los llevaría a centrarse en sus habilidades y desempeño, generando condiciones para que formen una mentalidad de crecimiento o fija (Haimovitz & Dweck, 2017). Relacionado con esta idea, se recomienda tener cuidado con expresiones como: “eres muy desobediente” o “eres tan desordenado” e intentar cambiarlas por frases como “estás actuando de forma desobediente” o “he notado que los juguetes no están ordenados”, pues este último tipo de expresiones permite al niño hacer algo respecto a su comportamiento y no quedarse con la idea de que se es de una manera u otra en forma casi permanente. Por otro lado, es importante evitar poner el foco en el adulto cuando damos retroalimentación. Esto significa evitar decir frases del tipo “muy bien, lo hiciste tal cual lo que yo te dije”, pues esto no informa al niño sobre el proceso llevado a cabo, sino más bien propone que el fin de la tarea sería complacer al adulto.

Retroalimentación individual, genuina y realista:

Es de suma relevancia conocer a nuestros niños y proveer retroalimentación de acuerdo a sus procesos de aprendizaje individuales. Algo que para un niño puede ser muy fácil, para otro puede implicar mucha energía y puede que tenga que poner a prueba diversas estrategias para lograrlo. Por esto, es importante evaluar los progresos de manera individual y destacar la manera en que se enfrenta el desafío y no a la persona o solo el esfuerzo. Esto, ya que a veces sucede que no basta con el esfuerzo que se ponga, sino que se necesita un cambio de estrategia para lograr un resultado. Es importante también que sea una alabanza genuina ya que, si no es percibida como real, ésta podría perder eficacia. Es frecuente caer en “inflar” el elogio que se le da a los niños cuando logran algo, especialmente cuando éstos muestran dificultades. Sin embargo, debemos ser cuidadosos con esto ya que sin quererlo podríamos estar imponiendo una vara de medición muy alta que podría percibirse como inalcanzable para algunos niños. “Los niños que son halagados por hacerlo increíblemente bien, podrían inferir que deben hacer las cosas increíblemente bien todo el tiempo” (Brummelman, et al., 2016, p.113). Por último, poner atención a nuestro lenguaje no verbal también es importante ya que éste podría potenciar un mensaje verbal o simplemente invalidarlo.

La importancia de la retroalimentación efectiva recae en su relación con el aprendizaje, el desarrollo de habilidades, el lenguaje y con el “aprender a aprender” (meta-cognición). Cuando se informa al niño sobre el proceso que lleva a cabo de manera descriptiva, realista y reflexiva, se fortalecen habilidades, se refuerza su vocabulario con las palabras que usamos y se promueve la reflexión sobre su propio aprendizaje. Asimismo, cuando los invitamos a pedir apoyo cuando lo necesiten y a ver el error como una oportunidad de aprendizaje promovemos habilidades de auto-gestión, tolerancia a la frustración y la resiliencia. Sabemos que apoyar el aprendizaje de nuestros niños no es tarea fácil, pues requiere de esfuerzo, tiempo e intencionalidad, pero si lo hacemos de manera colaborativa entre el colegio y los padres, podremos formar niños que en un futuro serán un aporte invaluable para nuestra sociedad.

Ps. María Piedad Albornoz