Consejos de nuestra psicóloga

Los beneficios de la lectura compartida en la infancia temprana

Una amplia variedad de estudios han establecido que existe relación entre la lectura compartida y un mayor desarrollo del lenguaje, alfabetismo y habilidades cognitivas en niños de primera infancia, pre-escolares y de escolarización primaria. O’Farrelly, C et al.  (2018) demostraron que a los niños a quienes se les leía desde los 6 meses, a los 12 meses desplegaron mayores niveles de vocabulario – en términos de producción y comprensión – cognición y competencia socioemocional, en comparación con aquellos niños a los que se les leía raramente o nunca. Esta actividad es inherentemente social, y en la primera  infancia, primariamente afectiva, por lo que provee un contexto para la satisfacción emocional de las interacciones entre padres e hijos. Se estimula el desarrollo socioemocional a través de la reciprocidad de las interacciones y de la co-regulación del interés y las emociones. Por lo que no sólo tiene implicancias en el área del lenguaje y alfabetismo, sino que también en el vínculo afectivo que se establece entre padres e hijos.

Muchos padres cuestionan la utilidad de leer a los niños cuentos cuando aún no han dicho sus primeras palabras. Sin embargo, se ha descubierto que la lectura compartida antes de que se hayan establecido las habilidades de lenguaje receptivas, impacta en el lenguaje indirectamente estableciendo las rutinas de lectura que estarán en su lugar al tiempo que el niño sea capaz de beneficiarse de ellas de manera cognitiva (Karras & Braungart-Rieker, 2005). Por lo tanto, la lectura se irá transformando en un hábito, para que llegado el momento el niño se pueda beneficiar de ello. Para esto, se debe transformar esta actividad en algo que se realice de forma regular. Por ejemplo, todas las tardes antes de que el niño se vaya a dormir se leerá un libro en su pieza.  De esta forma, además de favorecer la conciliación del sueño, el niño es capaz de predecir qué ocurrirá, lo cual en el tiempo le dará la sensación de que es algo que no puede faltar en su día a día. Si, además de esto, asociamos la actividad a estímulos positivos, es decir, leer en un ambiente tranquilo, sin distracciones, con teatralidad y entusiasmo, el niño asociará la lectura con sensaciones afectivas de momentos exclusivos con alguno de sus padres.

Como se dijo en un comienzo, a través de la lectura y, por lo tanto, de la atención conjunta, se potencia el desarrollo de diferentes capacidades mentales. En primer lugar, la memoria, ya que los cuentos infantiles están diseñados a través de elementos simples que se van repitiendo en las páginas. Se tienden a utilizar palabras parecidas y a repetirse las frases, por lo que a través de la reiterada lectura del mismo cuento, el niño se va habituando a las palabras que escucha y las puede ir relacionado con las diferentes imágenes. Así, la primera vez que se lee el cuento tal vez sólo captará lo principal, para ir dando paso a análisis y preguntas más complejas a medida que se va aprendiendo el trascurso de la historia. Se potencia la capacidad de abstracción, donde los padres van estimulando las relaciones entre los objetos que el niño ha visto en su realidad y los que aparecen en las ilustraciones del cuento. Con esto, se desarrolla la  imaginación, ya que el niño construye sus propias representaciones y crea nuevas realidades. Durante la lectura el infante está expuesto a un lenguaje más complejo que el de uso cotidiano, a través de lo cual tiene la oportunidad de conocer nuevas palabras. Por ello, no se deben omitir las “palabras difíciles”, sino que todo lo contrario, repetirlas cada vez que se lea el cuento, para que el niño se pueda ir familiarizando con ellas y, de a poco, ir incorporándolas a su vocabulario.

Por otra parte, a través de los cuentos se ayuda a los niños a elaborar diferentes emociones. Los relatos con diferentes temáticas potencian la resolución de conflictos propios del mundo infantil. Por ejemplo, si mi hijo tiene miedo a dormir con la luz apagada porque teme que aparezca el lobo, puedo narrarle la historia de un niño que ha sido capaz de vencer al animal, donde terminó siendo su amigo porque descubrió que el lobo era indefenso.

En definitiva, la lectura compartida es una excelente herramienta de interacción positiva que podemos tener con nuestros hijos, que estimula la creación de hábitos, desarrollo de habilidades lingüísticas, memoria, capacidad de abstracción, entre otros. Cada niño es diferente en sus necesidades y habilidades. Por temperamento, es decir, las características genéticas de los niños que traen al nacer, hay algunos que son más inquietos, que requieren más estimulación para concentrarse, otros que son más pasivos y tranquilos, etc. Es por eso, que a medida que los padres van conociendo a sus hijos deberán ir adaptando la forma en que potencian su acercamiento a la lectura. Si a mi hijo le cuesta focalizar por mucho tiempo su atención, escogeremos libros grandes, con más ilustraciones y de contenido más breve. Y a medida que va creciendo y que su motivación hacia la lectura aparece, podemos ir leyendo y comprándole libros más complejos y extensos. En este sentido, es bueno dejar que sean los mismo niños quienes escojan el cuento y, a raíz de esto, debemos conocer cuáles son sus intereses para comprarle los libros que mejor se acoplen a ellos.

Ps. Josefina Uriarte G.