Consejos de nuestra psicóloga

Cuidar palabras, cuidar acciones: Otra forma de educar a nuestros hijos/as.

Como padres de hijos/as preescolares, en muchas ocasiones nos encontramos respondiendo a demandas del día a día que nos hacen estar en modo “piloto automático”; teniendo que funcionar para llevar a cabo rutinas, resolver conflictos cotidianos y guiar conductas para educar. En tal escenario, puede ocurrir que se nos pase por alto la forma en que nos mostramos frente a nuestros hijos/as y respondemos rápidamente a una situación particular, sin darnos cuenta que nuestro hijo/a nos está viendo y escuchando, ¿a qué padre no le ha pasado?

Si nos centramos en cómo nuestros niños podrían estar percibiendo aquella información, podemos darnos cuenta de que sus cerebros en desarrollo van captando aquello que los rodea. Si entramos en ellos, nos encontramos con las neuronas espejo, que son las que se activan al observar a otra persona realizando una acción y que más tarde, nos permitirán imitarla. Además, nos ayudan a “comprender las acciones intencionales de los demás”, entre otros objetivos que cumplen. Es así como “(…) a los bebés de apenas unos días de vida les gusta mirar a las personas y sus caras, y las imitan…” (Wellman, p.23, 2017), lo cual es una señal de que nuestro hijo/a está aprendiendo desde la simple observación de otro.

A medida que los niños/as van creciendo, continúan imitando conductas y luego palabras, a través de lo que observan en quienes los rodean. No es coincidencia que las primeras frases y el juego simbólico comiencen a aparecer alrededor de los 2-3 años, cuando los infantes ensayan acciones y palabras propias de sus adultos cercanos. De ahí que los juegos del doctor, las tacitas, mecer y alimentar muñecas, puedan ser similares a los contextos que viven los niños. Lo anterior, nos permite deducir que tempranamente nuestros hijos van aprendiendo cómo funciona el mundo y las personas en él, lo que les permite ir construyéndose un esquema mental sobre esto.

En ese sentido, es posible plantear que detrás de las conductas y palabras concretas, el contenido de nuestros discursos y la manera que utilizamos para expresarnos, también conllevan un significado de ese mundo que le enseñamos. Por ejemplo, si frente a una situación de estrés hablamos con calma y buscamos resolverla de una forma asertiva, hará una gran diferencia en lo que enseñemos si en esa misma situación, gritamos e insultamos a otros y respondemos con acciones impulsivas. Desde otro lugar, por ejemplo, si como madre/padre constantemente transmito la importancia del valor de la puntualidad y en cada oportunidad que debo llegar a una hora, llego retrasado/a, evidentemente mi conducta no está coincidiendo con el discurso y los actos terminarán enseñando por sí solos.

Lo anterior son sólo algunos ejemplos de la amplia gama que podemos encontrar, por lo mismo, es preciso tener en cuenta que “(…) la imitación de modelos es un elemento importante de la forma en que los niños aprenden a hablar, manejar agresiones, cultivar un sentido moral…” (Papalia, p.32, 2009). El cómo los adultos nos relacionamos con los demás, solucionamos problemas, llevamos a la práctica hábitos y valores; va a ser otra vía que nos permita educar. Esto quiere decir que es indiscutible que como padres también influimos de forma indirecta en el aprendizaje de nuestros hijos/as.

Al parecer, a medida que pasa el tiempo, lo que veíamos como una simple imitación temprana se va complejizando y pareciera presentar mayores implicancias de las que creíamos. Lo que nos confirma que, en todo momento, estamos siendo un modelo de referencia para nuestros niños, en lo que decimos, en cómo lo transmitimos y en las conductas que llevamos a cabo. Entonces, cualquier padre se preguntaría; ¿cómo puedo ser un buen modelo de referencia para mi hijo/a? Por un lado, hay que tener en cuenta que siempre cometeremos errores, los cuales podemos reparar, siendo una oportunidad de aprendizaje para el niño. Por otro lado, podemos generar mayor conciencia en nosotros cuando nuestro hijo esté presente, preguntarnos cuál es esa referencia que le estoy entregando y qué considero que es lo mejor para él/ella en ese caso.

Posiblemente lo que nuestros hijos/as vean y escuchen hoy, podría verse reflejado en un futuro. Si tenemos en cuenta que estamos formando aprendizajes para la vida, entonces cabe la pregunta, ¿cómo te gustaría que fuera ese reflejo a largo plazo?

 

Referencias

Papalia, D. E. (2009). Desarrollo humano. Bogotá [etc.]: McGraw-Hill, 2005..

Wellman, H. (2017). La construcción de la mente: cómo se desarrolla la teoría de la mente. Ediciones UC.